Reflexión final
Según mi parecer, durante esta cuarta práctica pedagógica, creo que el aprendizaje principal radicó en la importancia de conocer las necesidades de los estudiantes. Si bien durante mis prácticas anteriores también las actividades fueron planificadas a partir de ellas, en esta ocasión fueron fundamentales a la hora de cumplir con los objetivos antes planteados, pues por ser un quinto año básico los estudiantes estaban poco familiarizados aún con el tema de la distribución de los riquezas naturales y las actividades económicas de nuestro país, y tenían sus propias creencias acerca del tema, por ejemplo relacionando el frio de las zonas australes con la imposibilidad del derretimiento de los glaciales por efectos del efecto invernadero, o que el agua por ser un recurso renovable es inagotable. Entonces, tomando en cuenta este tipo de desafíos, sumado a las necesidades educativas especiales que debíamos satisfacer, además de conocer sus realidades fue sustentado este proyecto de aula.
Durante mi desempeño en el aula, y tras haber estado un semestre con los niños, en esta ocasión tuve la posibilidad de reconocer nuevas realidades, de entender situaciones que les ocurrían fuera del colegio específicamente en el ámbito familiar. Identifiqué nuevas características en ellos, desarrollamos más lazos de empatía respecto de mi práctica anterior. Compartí con los estudiantes no tanto en lo académico, sino también en lo personal, lo cual provocó que pudiese llegar de una manera distinta a ellos, enfocando la experiencia de enseñanza aprendizaje a un contexto más cercano, que también hacía más fácil lidiar con los mecanismos de control dentro de la sala de clases. Por ende, he asumido que una práctica pedagógica reducida a la mera experiencia de aprendizaje como tal, resulta de mejor manera con una cuota de cariño, de modo que los niños no vean al profesor solo como un agente que aporta conocimientos, sino alguien con quien puede compartir una diversidad de experiencias. Claramente, en ningún caso, me refiero a entablar una relación de amistad entre estudiante/profesor, pero sí crear un ambiente más propicio para la convivencia en el aula.
Considero que, dentro de los valores fundamentales para desarrollar la docencia, en primer lugar, está el respeto, tanto de parte del docente hacia el estudiante, como desde el estudiante hacia el docente.
Recae en nuestra labor propiciar en los estudiantes el trato respetuoso hacia sí mismos, hacia su entorno, hacia sus compañeros y por supuesto hacia el docente.
En caso del profesor, es tremendamente relevante que seamos capaces de trabajar con la concepción de que aunque estemos “enseñando” nuestros estudiantes merecen respeto de nuestra parte, traducido en un buen trato, en ser justos, en hablarles de manera adecuada, y en inculcarles un trato respetuoso entre ellos.
Por otra parte, también es importante tener la responsabilidad de elaborar una propuesta educativa de calidad, que busque la efectividad de los aprendizajes, y que estos sean duraderos en el tiempo, de modo que nuestros estudiantes sean los ejes de nuestra práctica, que nuestra labor en el aula esté dirigida hacia lograr cambios significativos en su aprendizaje, y no sólo a nivel disciplinarios, sino también en el intercambio valórico, haciéndolos reales aportes para la sociedad. En tanto, dentro de las debilidades de mi rol como futura docente, y que se han visto traducidas en mi práctica, puedo nombrar en primera instancia, la forma en que me comunico hacia la audiencia, y con esto me refiero fundamentalmente, al tono de mi voz, pues durante alguno de los trabajos grupales, y tras habernos dividido el curso, dando las instrucciones a mi grupo, me di cuenta que mi voz no alcanzaba a ser escuchada por todos los estudiantes, y ellos también me lo hicieron saber. Creo que este es un elemento en contra para mi desempeño, ya que a veces los niños no me escuchan, por ejemplo cuando les llamo la atención, lo cual implica necesariamente no poder controlar el orden dentro de la sala de clases.
Asumo, a la vez, la responsabilidad de haber estado menos motivada durante el desarrollo de esta práctica, no en relación al trabajo con los niños, sino a la vinculación con otros agentes del establecimiento, como otros profesores, o incluso en algunos momentos con la profesora jefe del curso, con quien nos costó llegar a acuerdos en varios momentos. No obstante, pudimos sortear la mayoría de los obstáculos, y realizar lo que habíamos planeado para los niños. Lo demás queda a modo de experiencia, no siempre todo puede salir como se espera.
En cuanto a mis fortalezas, puedo destacar la facilidad de crear lazos con los estudiantes, de modo que puedo lograr cosas con mayor rapidez, asumiendo la buena relación que mantenemos con algunos niños, hago alarde de eso para lograr algunos objetivos, por ejemplo al momento de realizar una guía de trabajo, que no quieren terminar, voy a sus puestos, converso con ellos e intento convencerlos de terminar la actividad.
Finalmente, mi más grande reflexión radica en que a pesar de haber tenido obstáculos en el camino, los que muchas veces me desalentaron y me hicieron decaer seguí creyendo en mí, en las capacidades que tenía para seguir adelante, y que la compañera que tenía a mi lado también necesitaba de todas mis fortalezas y ganas de trabajar. Por tanto, me reconozco en el camino correcto, y el haber elegido esta carrera me hace querer ser mejor cada día, no solo para mi desarrollo, sino también para lo que vendrá luego, para quienes un día ayudaré a formar.